El coronavirus nos está enfrentando como sociedad ante uno de los momentos más retadores de nuestra historia reciente. En este momento solo hay espacio para la unión, la solidaridad y el trabajo conjunto entre el Estado, las empresas y la sociedad en su conjunto.
Sin embargo, es importante anotar que esta pandemia nos encuentra con posibilidades para hacerle frente gracias a que por décadas hemos mantenido una férrea disciplina fiscal y contado con inversiones privadas -tanto nacionales como extranjeras- en sectores productivos como la minería, la agroexportación y la pesca. Todo ello, ha permitido que el Perú cuente con reservas superiores a las US$ 67,000 millones.
Ahora, cuánto mejor estaríamos si no se hubiera trabado una cartera de proyectos de inversión en minería por aproximadamente US$ 60,000 millones; y si tuviésemos una política pesquera que permitiese su competitividad y el desarrollo de nuevas industrias.
De nada sirve llorar sobre la leche derramada, pero sí nos debe llamar a una profunda reflexión. Y es que como en los usos de la guerra, es en épocas de paz, donde se construyen las armas para hacerle frente. Ello, implica que como país estamos obligados a impulsar la inversión privada y la formalidad; y en el caso de la pesca, se debe permitir una actividad responsable, competitiva y sin sobrecostos regulatorios. Asimismo, urge reactivar la pesca en el sur del país e impulsar nuevas industrias, como la del atún y el jurel, que en el caso de la primera podría generar 70,000 puestos de trabajo directos y divisas por US$ 200 millones.
Con esta fórmula, el Perú contaría con más recursos para enfrentar esta guerra que estamos librando contra este enemigo invisible.