Este año ha estado marcado por el enfrentamiento comercial entre China y Estados Unidos, generando una fuerte incertidumbre y pesimismo en el mercado mundial, a lo que el sector pesquero no ha sido ajeno.
Si bien el Perú es actualmente el primer productor de harina de pescado a nivel mundial, las proyecciones sobre esta importante industria en el mundo son preocupantes, y nos advierten sobre un panorama complicado que podría golpearnos si es que no se toman las respectivas previsiones a nivel local.
En efecto, el mercado mundial de harina de pescado, con China como principal comprador, atraviesa una serie de problemas que nos afectan como productores de este ingrediente marino. En primer lugar, están las alertas sanitarias en el país asiático que provocan la disminución de la demanda de harina para el mercado porcino. Asimismo, la naturaleza hizo lo suyo con tifones que azotaron este país, lo que ha provocado una disminución en el crecimiento de su acuicultura. Y, para agravar la situación, el aumento del dólar frente al yuan, por el conflicto comercial entre estas dos potencias, ha conllevado al incremento de los costos de importación.
Estos factores, como podrá advertir el lector, vienen afectando la demanda de harina de pescado por parte de China y, por ende, presionando el precio a la baja. Eso significa que las empresas pesqueras peruanas tendrán menos ingresos, lo que afectará sus resultados financieros, las obligará a reducir costos y retrasar sus inversiones.
Y en ese escenario, las expectativas del sector pesquero para el próximo año no son auspiciosas, pues se prevé que la alerta sanitaria se mantenga, así como el incremento del dólar frente a la moneda china. Por ello, los analistas prevén que esta industria entrará en un ciclo de ‘estrés financiero’.
Sin embargo, no podemos quedarnos con el diagnóstico. Nos urge, tanto a nivel empresarial como a nivel de los tomadores de políticas públicas, definir una estrategia para aliviar el impacto que este efecto del dragón puede tener sobre la industria pesquera y, por tanto, sobre nuestra ya alicaída economía.
En ese sentido, consideramos que será importante seguir impulsando una agenda pro competitividad que lleve a una reducción real de las elevadas cargas regulatorias que enfrenta el sector. Una de ellas puede estar referida a reducir el costo del Programa de Control y Vigilancia, el cual, sin perder su eficacia y alcance, podría disminuir hasta en un 50% si se adoptan los avances que la tecnología nos ofrece en la actualidad.
Asimismo, será necesario promover otras pesquerías, como la del atún, reduciendo aquellos costos, como el ISC al combustible, que nos hacen menos competitivos frente a países vecinos. Ello, además de divisas, generaría importantes puestos de trabajo, en especial en el norte, que aún se viene recuperando del impacto de El Niño costero. Y más aún, podríamos convertirnos en una potencia a nivel mundial de la industria atunera, al tener no solo los recursos en nuestro mar, sino también la capacidad y los recursos humanos necesarios. Es una paradoja que nuestros niños y niñas en Qali Warma consuman atún tailandés cuando este podría ser perfectamente peruano.
Reconocemos que se trata de una agenda ambiciosa pero también provechosa para el país. Sabemos que no existen recetas para curar las enfermedades económicas globales de estos tiempos, las cuales incluso se ven muchas veces potenciadas por inoculaciones de tipo político. Sin embargo, sí podemos tomar una serie de remedios a nivel interno para que el efecto del dragón no nos termine generando una enfermedad terminal.
Fuente: Diario Gestión