El mar peruano es uno de los cinco más productivos del mundo y según las investigaciones científicas que han estudiado el comportamiento de la Corriente de Humboldt, hay evidencias que en los últimos 150 años existe una mayor abundancia de peces que hace 25 mil; concluyendo, además, que éste jamás fue tan productivo como lo es ahora.
Un factor fundamental para que nuestro mar siga siendo así de productivo, son las políticas de ordenamiento pesquero, como la Ley de Cuotas, que marcó un antes y un después al terminar con la nefasta carrera olímpica en la captura de anchoveta. Asimismo, el compromiso del sector industrial en aras de la sostenibilidad, viene contribuyendo de manera decisiva en esta ruta al haber realizado inversiones en mejoras medio ambientales que superan los US$ 500 millones.
Sin embargo, nos preguntamos ¿por qué no somos más competitivos, si tenemos un mar tan rico y abundante? La respuesta es bastante sencilla. Por un lado, tenemos la pesquería de anchoveta, que soporta altas cargas tributarias y sobrecostos regulatorios que no la dejan avanzar; y, por el otro, tenemos una serie de especies, como el atún, que están a la espera que el Estado dicte políticas que promuevan su desarrollo, en lugar de estar importando este mismo recurso de Tailandia o Ecuador.
En efecto, la industria de la anchoveta soporta elevadas cargas tributarias y sobrecostos regulatorios y sociales que la hacen menos competitiva frente a los países de la OECD, incluido Chile.
Por ello, en lugar de pensar en cómo le restamos competitividad a uno de los productos bandera del Perú, a través de la creación de nuevas sobrecargas, deberíamos pensar en políticas que permitan que el Perú siga teniendo la medalla de oro en la provisión de ingredientes marinos que, además, permiten garantizar la seguridad alimentaria del Perú y el mundo. Es momento de pensar en grande.
FOTO: TASA