Hace unos meses la FAO publicó su informe SOFIA 2022, un balance del estado mundial de la pesca y la acuicultura, que resalta el rol protagónico que ambos sectores tienen en la actualidad en el suministro de alimentos y por ende en la nutrición y el empleo de miles de millones de personas.
En lo que respecta al Perú, la FAO ratifica en su informe la buena salud de la anchoveta peruana gracias a su adecuado manejo, considerando además que este recurso se encuentra dentro de los niveles biológicamente sostenibles debido principalmente a una gestión pesquera precautoria y eficaz, lo cual se refleja en sus casi 10 millones TM de biomasa.
En efecto, la pesquería peruana de anchoveta se ha convertido desde hace más de una década en un modelo a seguir a nivel mundial, no sólo por su buen manejo sino además por su compromiso con la sostenibilidad de los ecosistemas, el cuidado ambiental y su contribución con las comunidades de las zonas de influencia; pilares fundamentales de la transformación azul propuesta por la FAO.
Sin embargo, para alcanzarla en el Perú, está pendiente promover -por un lado- el ordenamiento de otras pesquerías siguiendo el ejemplo de la anchoveta; y, por el otro, expandir e intensificar la acuicultura. En el primer caso, IMARPE junto con PRODUCE tienen una tarea pendiente para la definición de sistemas de cuotas u otros mecanismos de ordenamiento en nuestras diferentes pesquerías; mientras que en el caso de la acuicultura, está en cancha del Congreso aprobar por insistencia un proyecto de ley que justamente vuelve a restituir a este sector los incentivos necesarios para su desarrollo.
Por tanto, la transformación azul en nuestro país puede darse. Solo se requiere voluntad y políticas públicas que tiendan hacia ello. Veremos qué tan bien hicimos la tarea en SOFIA 2024.