En el Perú tenemos todo para convertirnos en una potencia acuícola; y, con la pesca, la minería y el agro, sea otro de los motores del desarrollo del país. Sin embargo, seguimos rezagados frente a países vecinos que han sabido implementar una regulación que promueva incentivos claros.
Por ejemplo, Chile y Ecuador tienen industrias acuícolas consolidadas: más US$ 6,000 millones de exportaciones de langostinos por parte de Ecuador en 2024 y más de US$ 6,300 millones de exportaciones de trucha y salmón por parte de Chile, que generan miles de puestos de trabajo formales, donde la mano de obra femenina tiene un rol esencial; especialización tecnológica y un atractivo para la inversión privada nacional y extranjera.
En contraste, nuestras exportaciones acuícolas apenas superaron los US$ 340 millones, es decir, el 2.8% de lo que exportan Chile y Ecuador. A pesar de tener el potencial natural, se necesita voluntad política y una regulación que promueva incentivos tributarios a la acuicultura, marcos legales estables para todos los actores, acceso al financiamiento, apoyo técnico y acompañamiento del Estado que facilite la inversión formal de empresas acuícolas. Si lo logramos, no sólo cerramos brechas con nuestros vecinos; nos ponemos en camino de convertirnos en una potencia acuícola.
En el Perú no podemos permitirnos mirar de reojo el éxito de los otros países, debemos reaccionar para hacer que las cosas ocurran. Se logró con la agricultura y hoy somos lideres en diversos productos de exportación. Está en manos del Congreso actuar oportunamente con responsabilidad y visión de futuro para que este motor de desarrollo se encienda en beneficio de millones de peruanos.