La soberanía implica la independencia de un Estado frente a los demás en el ámbito de las relaciones internacionales. Sin embargo, la globalización ha impactado en la relación entre los Estados y sus sociedades, así como en asuntos que atañen al frente internacional, amenazando en algunos casos la soberanía de los países.
Un ejemplo de lo anterior es lo sucedido en la Organización Regional de Ordenamiento Pesquero del Pacífico Sur (OROP-PS) el año pasado, cuando Chile denunció al Perú por el supuesto aumento ilegal de su cuota de jurel establecida para los miembros de este foro.
Como lo afirmamos en su momento, la participación de Perú en la OROP-PS siempre fue clara en el sentido de que los acuerdos aprobados en esta instancia solo rigen para las aguas internacionales, y la cuota de jurel para aguas nacionales es una decisión soberana del Perú. Gracias a un trabajo conjunto entre el sector público y privado se desestimó la referida denuncia que atentaba sensiblemente contra nuestra soberanía. Así, hoy tenemos la tranquilidad de aprovechar el jurel, recurso que ha regresado a nuestro mar precisamente en un contexto donde la reactivación económica es una necesidad imperiosa.
Pero la OROP no es el único caso. Hoy se encuentra en debate en el Congreso la posible ratificación del Acuerdo de Escazú, el cual pondría en riesgo nuestra soberanía al permitir que un ente supranacional sea el que defina en última instancia los conflictos de naturaleza ambiental del país.
Si algo nos ha demostrado nuestra historia es que los peruanos no transamos con nuestra soberanía y la defendemos hasta quemar el último cartucho. Que así siga siendo.